miércoles, 28 de julio de 2021

14. Stephen King


Como a Paul Sheldon le pasaba con Annie Wilkes en la novela “Misery” de Stephen King, le parecía verlo por todos lados.

Habían sido unos meses difíciles.

Al principio todo pareció muy normal. Chica encuentra piso compartido con chico en el centro de la ciudad. Buen precio, buenas vistas y él era encantador. Todo el mundo le había comentado lo complicado que resultaría en esas fechas alquilar algo que mereciese la pena, pero como por arte de magia salió esa ganga sin mucho esfuerzo.

Gabriel le explicó que había entrevistado a varias personas, pero que con a ella había sido un flechazo a primera vista.

Enseguida conectaron y se hicieron algo más que compañeros de piso. Iban a todos lados juntos, parecían una pareja sin serlo, uña y carne.

El problema surgió cuando a Gabriel le dio por controlar las salidas de Aurora. Le esperaba despierto hasta que volvía y le preguntaba acerca de con quién y dónde había estado. En un primer momento a Aurora no le disgustó, creyó que lo hacía por interés hacia ella, como una especie de instinto maternal. Pero cuando se volvió obsesivo dejó de agradarle.

Cuando comenzó a salir con Ricardo el tema fue a peor.

Mientras hacían el amor le parecía que Gabriel los expiaba a través la puerta de su habitación. Hizo el intento de cazarlo un par de veces pero no lo pilló. Lo que sí oía eran los portazos o la música fuera de tono cada vez que intentaba intimar con su nuevo amante.

Finalmente Ricardo se cansó y no volvió a aparecer por allí.

A Aurora le jodió, pero tampoco era el hombre de su vida así que borrón y cuenta nueva.

Mientras tanto Gabriel había cogido la costumbre de aparecer sin hacer ruido por cualquier rincón del piso, sigiloso, y la asustaba.

-    ¿Algún problema? – le espetaba Aurora.

-     No nada, ¿cómo estás?

-     Vete a la mierda – le contestaba irritada y escapaba lo más deprisa que podía de su presencia.

La situación era ya muy tensa. Aurora se propuso evitarle. Trataba no coincidir con él, llegar a horas en las que sabía que no iba a estar, o encerrase en su habitación para no verle.

Todo aquello, inevitablemente, le estaba pasando factura. En el trabajo tenía ansiedad y perdió gradualmente el apetito.

Aún así se había empeñado en que no se iría, le encantaba esa casa, la ubicación, estaba cerca de cualquier sitio de los que a ella le gustaba moverse.

Hasta que un día volvió del trabajo antes de lo esperado y encontró el fenómeno más extraño que le había ocurrido hasta entonces. La puerta de la casa estaba abierta y oyó voces en el interior. Era Gabriel hablando con alguien por teléfono. Le insistía en que ella era sólo una amiga, que no había nada más, y que volviera con él, que Aurora era una mujer sin importancia, y que la había acogido por lástima, porque estaba pasando una situación difícil.

Aurora dio un golpe para hacer notar su presencia. Gabriel se quedó blanco cuando ella entró en el salón.

-             -    He oído parte de la conversación. No sé qué tramas o a qué estás jugando, pero no se te ocurra volver a mencionar mi nombre en ninguna conversación.

Él sonrió, se dio media vuelta y se largó, dejándola con la palabra en la boca.

A partir de entonces lo tuvo claro. Tenía que marcharse de allí. No podía posponerlo más.

La búsqueda de piso seguía estando igual de difícil.  Pero se puso una fecha tope dejar el piso.

Los últimos días de convivencia con Gabriel continuaron siendo igual de asfixiantes y oscuros.

Cuando cerró por última vez la puerta de aquel lugar sintió un gran alivio, terminaba un episodio más que tenebroso de su vida.

Lo que no iba a ser tan fácil como dar un portazo era dejar de tener la sensación permanente de angustia.


Oh summer!!!

 


En el aire perfume a cloro,

y con la espalda mojada

ganas de aventura,

y las chancletas quemadas.

Salgo a broncear el día

a cubrirme del sol en la cara

a chapotearte encima

a no acordarme de cuando anochece

a volver tarde a casa.


Ese tiempo donde eclosionan los bichos,

en el que no importa dejar cosas para mañana

ese espacio de quietud y sosiego

que te empuja a dar vueltas en la cama.

 

Y alegrarme de que haya vuelto ese paréntesis

que lo deja todo en calma

que da rienda suelta a la pereza

que te consiente dormir sin cerrar la ventana,

ese lapso para ir sin prisa

donde los grillos amanecen sin pijama.

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 15 de julio de 2021

13. Imaginación

 


-          Todo está en tu imaginación – era lo que le decía su padre cuando se ponía a quejarse de lo que había ocurrido la noche anterior.

Y cuando se quedaba solo en su habitación era lo que intentaba pensar con todas sus fuerzas. Había veces que lo conseguía contando los tic-tac de su despertador, pero otras veces venían a visitarle y entonces el sueño se torcía.

Habían visitado varios especialistas. Estrés, ansiedad, todavía no era un adulto y ya tenía más episodios traumáticos de los que le gustaría. Aún así intentaba comportarse como un niño “normal” cuando iba al colegio. Se le daba bien, no es que llegase a encajar del todo pero pasaba más o menos desapercibido, como mínimo lo suficiente para que no se metiesen con él.

Pero luego llegaba la noche y empezaba el calvario. “Es por mi maldita imaginación”, se decía, pensaba que esa era el motivo de sus múltiples problemas.

-          Hasta mañana – le dijo su padre – si quieres te dejo la luz encendida.

-          No papá – le salió la voz entrecortada, pero intentó mostrar entereza.

Cuando la última luz estuvo apagada y el silencio se apoderó de la casa él ya iba por el 300 tic-tac.

-          Trescientos uno- dijo para sí, pero el siguiente segundo no llegó a sonar.

Algo va mal, algo va mal, se dijo. Estaba cerrando los ojos con todas las fuerzas que podía, no los quería abrir. Pero la curiosidad era más fuerte que él, así que abrió un ojo y no vio nada raro, bien, uff, y lo volvió a cerrar. Algo dentro de sí le decía que lo abriera otra vez, no quería hacer caso, no quería, solo un poquito, y lo hizo.

La sombra estaba al lado de su despertador, no se movía, era oscura, colocada en el pico de la mesita permanecía inerte. Se iba a hacer pipí encima. Papá, levántate, se decía en su cabeza. El silencio continuaba reinando en el cuarto, intentó dejar de respirar. Hasta que no pudo más, soltó el aire y notó encima de su cabeza un roce.

Gritó, lo más fuerte que pudo, y salió corriendo a la habitación de sus padres.

-          Estaba allí papá, estaba allí.

-          ¿El qué?

-          La sombra papá, la sombra.

Sus padres se miraron con resignación.

-          Ya ha pasado todo, duerme hoy aquí y mañana ya veremos.

Los terrores nocturnos se repitieron durante toda su infancia. Odiaba imaginar cosas, percibir cosas donde nadie veía nada más.

Sin embargo un día todo cambió. Acababa de recibir una llamada, le iban a publicar su primera novela, de terror. Su agente insistió en que el nombre era muy importante, su carta de presentación, pero él prefirió no cambiarlo, utilizaría el suyo, le sonaba bien, Stephen King.