domingo, 26 de septiembre de 2021

18. Puerta

 



Llegó el momento de enfrentarse con la gran prueba.

Recordaba vagamente el fragmento de una película que había visto cuando era pequeña en la que la protagonista tenía que salir airosa de un juego parecido. 

-          - ¿Cómo se llamaba la película?

Qué más da, no te lo preguntes ahora, no viene al caso. Allí estaba ella, frente a las dos puertas, con un cronómetro en la mano y las agujas girando en su contra.

Recuerda, le habían dicho al iniciar el desafío, cuando estés frente a ellas será el final del recorrido, y debes de resolver el enigma para poder escapar de la fortaleza.

Ahí se lo apostaba todo, no importaba lo que le había costado llegar, los tramos en lo que se había medido contra sus propias fuerzas, o lo que había perdido durante el camino. 

Si no resolvía el acertijo no lo conseguiría. 

Dos hombres con apariencia simpática las custodiaban. 

Lo que también recordó, al principio de las instrucciones de todo aquello, era que uno mentiría y otro diría siempre la verdad, pero, ¿Cuál de los dos sería?

El quid de la cuestión era un juego de palabras, una pregunta, y la respuesta tenía que ser SI o NO.

El tiempo se agotaba y cada vez veía más cerca que esas paredes de piedra que se extendían más allá de dónde perdía la vista como su futuro hogar durante muchos años, sin embargo no, no podía permitirlo.

Juan y Pepe, que así se llamaban los guardianes según le habían comentado ellos mismos, la miraban mientras ella se quebraba la cabeza intentando dar con la clave.

-         - A ver, siguió musitando, si tú siempre dices la verdad y tú siempre mientes, la forma de hacer la pregunta tendría que ser que qué responderías tú si estuvieras en lugar del otro, era algo así como se solucionaba, pero qué pregunta?

-         - Creo que te estás liando muchachita – dijo Pepe de repente.

-          No me distraigas por favor, intento pensar. O a lo mejor eres el que dice la mentira y por eso me has dicho esa frase.

-         - Yo soy el que dice la verdad, eso seguro.

Juan le miro y se sonrió dando a entender que Pepe estaba hablando un montón de sandeces, pero de ellos no se podía fiar, así no funcionaba.

Mientras tanto Bárbara seguía dándole vueltas, era algo cómo:

-          - Si fueses el otro y tuvieras que responder si esta es la puerta que me llevará a la libertad ¿qué dirías?- eso era, eso era!. Sí, pero si la respuesta era sí ¿era esa la puerta correcta? Oh no, rompecabezas otra vez. – Uno dice la verdad y el otro miente le resonaba, como un eco- Tengo que hacer unos cálculos- concluyó

Cogió un papel y boli, que sí le habían dejado llevar en el bolsillo, e hizo varias fórmulas con esa pregunta, contestando una de las veces lo que diría Pepe y otras lo que diría Juan.

Después de un rato creyó descifrarlo.

-          - Es sí, la puerta errónea es cuando la respuesta sea un SÍ!!.

Así que hizo la pregunta.

-          - Pepe, si fueses Juan me dirías que esta puerta es la que me ayudaría a escapar?

Pepe respondió mirando al suelo, como si hubiese fallado en su trabajo de custodia.

-          - Sí – contestó sin mucho énfasis.

-          - Entonces elijo la otra, es mi elección.

El cronómetro se paró, los dos guardianes se apartaron y la puerta elegida se abrió de par en par.

Había luz de la mañana fuera y un viento fresco llegaba desde el exterior. 

Con los brazos extendidos, la cabeza alta, y un cúmulo de emociones en el estómago se dispuso a traspasar el umbral.

 

 

 

 


sábado, 11 de septiembre de 2021

17. Elegir


Llegó el día. Siempre le había costado decidirse, y esa circunstancia no iba a ser una excepción. En realidad la primera criba no fue para tanto, pero después de haber reducido a dos los posibles, sí le estaba resultando un quebradero de cabeza.

Buscó sus nombres en internet, y cuando supo que Aiko significaba “hijo del amor” lo tuvo claro.

Llamó rápidamente a la agencia para comunicar su elección y que concertasen el correspondiente encuentro dónde conocería a su pretendiente. No cabía en sí de la emoción, Aiko, Aiko, se decía para sí.

Tener más de treinta en Japón y no haber hallado aún a la persona que va a ser tu pareja es una situación complicada y más si el resto de factores no acompañan, como que todas tus amigas ya estén “felizmente” casadas y tu familia, con una falsa pose de gente moderna, esté presionando por detrás. 

Así que terminó por recurrir al “Omiai moderno” como lo veía ella, o que te busquen novio a través de una empresa profesional. 

A pesar de ser una forma muy particular de buscar el amor, las mariposas revoloteaban en su estómago. Nunca había sido una persona muy fantasiosa, sin embargo llegado el momento no podía negarse a sí misma una especie de incertidumbre esperanzadora hacia lo que podía encontrarse. 

Sabía perfectamente la indumentaria que iba a llevar para conocerlo. El kimono que había heredado de su abuela y que con tanto esmero había cuidado el día que su madre lo puso a su disposición. 

Fue puntual a la cita. 18.30 en un café de Odaiba. 

Doblaba una servilleta con ansiedad mientras se hacía la despistada para no dar la sensación de estar pendiente de cualquier movimiento que pudiera haber dentro del establecimiento. Sonó la campanilla y giró su cabeza hacia allí. Era él, lo sabía, un hombre con una sonrisa dibujada en su rostro acababa de cruzar el umbral de la puerta.