jueves, 30 de diciembre de 2021

26. Rendija

 


Bajo la rendija de la puerta escuchó un ruido. Alguien intentaba introducir algo en la misma, le costaba. No pensaba abrirla. Sabía que era el cartero pero hacía mucho que no le abría. Que dejase las facturas de la luz o lo que fuese allí. Y sí, efectivamente, era un sobre.

Ya lo cogería. Se acababa de levantar y había puesto el café. 

Pedro era un hombre de costumbres. Y hasta después del desayuno no se ponía en marcha. Sin embargo aunque puso la radio y se untaba sus tostadas no podía dejar de mirar la carta que estaba justo en la alfombrilla de la entrada. Así que finalmente se incorporó y la recogió. Como había sospechado no pertenecía a ninguna eléctrica ni nada parecido. En el destinario aparecía su nombre y dirección, y el remitente estaba vacío. Esa fue la curiosidad que le terminó de ganar. No podía resistirse, así que lo abrió.

Estaba escrito a mano, cosa que aún le llamó más la atención, ¿quién escribía a mano en aquellos tiempos? Corrió a ponerse sus gafas, la vista cansada le impedía ver bien y con ellas puestas comenzó a leer..

“Querido Padre: (encabezaba)

Sé que no esperarías esta carta en miles de años, ni yo había pensado enviártela. También sé que si hubiera puesto remite probablemente no la hubieras abierto. Así que ahora que espero que al menos hayas empezado a leerla la termines. 

Soy Raquel, como habrás podido intuir. Sigo viviendo en el extranjero, en ese lugar que nunca te molestaste en averiguar. Mi única hija se marchó de casa hace ya algunos años así que vivo sola con mi gato. 

No salgo demasiado ni tengo muchas amistades. 

Aún así no he llevado una mala vida, si es lo que te estás preguntando. Vivo con la dignidad que me permite mi sueldo, que es suficiente. No obstante siempre me ha faltado algo.

Y esta carta no es para pedirte perdón porque no creo que haya nada que perdonar, ni a hacer una declaración de arrepentimiento, nada más lejos de mi intención. Te escribo para comunicarte que por fin me he decidido. 

Me he decidido a contártelo y a hacerlo. Porque creo que éste fue el motivo que realmente nos separó. En primer lugar tú obligarme a hacer algo que no quería hacer y que era llevar la vida y dedicarme a algo que tú habías pensado para mí. Elegir mi camino, marcar mis pasos. Y yo, al no saber cómo enfrentarlo, en lugar de imponer mi criterio me perdí, di muchas vueltas y ahora me encuentro aquí. Con los mismos pensamientos, con más años sí, pero con el profundo convencimiento que de que es lo que quiero hacer y lo voy intentar.

Y es que aunque tú no le veas ningún provecho y siempre te haya parecido una locura, es a lo que siempre me lleva mi camino una y otra vez. Juntar letras, ideas. 

Después de decirte todo esto y explicarte que a pesar de todo, de estar lejos y de haber perdido el contacto y el interés, en la distancia yo te sigo pensando y que vas a ser la primera persona a la que se lo confiese.

Y es que a partir de ahora, en este mismo instante voy a intentar hacer lo que siempre me ha gustado y he esquivado. A partir de ahora me dedicaré mi tiempo, mi esfuerzo y mis ganas a escribir.”

domingo, 26 de diciembre de 2021

25. Navidad



Siete de enero, la Navidad había terminado oficialmente, y es que hasta no llegaba ese día para él seguía siendo fiesta. Al igual que el inicio de año, que pensaba que era en septiembre y no enero, hacer planes a largo plazo que coincidían con el período escolar y no con el uno de enero que era un paréntesis en medio del curso real de su personal período anual.

Así que tocaba retomar las rutinas, levantarse a las 7.00 de la mañana, preparar a los niños para ir al colegio, coger el atasco que le llevaba al trabajar, cumplir las 8 horas reglamentarias, hablar con Pepe y Juan del partido del anterior domingo, tontear lo que podía con Carmen, recoger a los niños, llegar a casa, hacer malabares para preparar la cena, recoger la ropa, dejar preparada la del día siguiente y por la mañana volver a empezar.

Pero cuando estaba tomando el café ese mañana, y aprovechando la media hora de silencio y paz que se dedicaba a sí mismo, escuchó un ruido. No sabía de dónde provenía pero le alertó. Volvió a oírlo, sí, era del piso de al lado, pero ahí en principio no vivía nadie. No le habría dado la más mínima importancia pero el impacto continuaba de una forma repetitiva y llamativa, como si alguien estuviera dando golpes en la pared. Pensó en ir fuera e inspeccionar la casa deshabitada, pero lo acabó descartando. El ruido seguía. De repente observó una grieta, que hasta ese momento le había pasado desapercibida, justo en la pared que lindaba con el piso de al lado. Era grande. Incluso penetraba un haz de luz. ¿Era posible que hubiera nuevos inquilinos y lo hubieran pasado por alto? La grieta era lo suficientemente grande como para ver a través de ella. Estaba alta, así que cogió una silla. No llegaba aún así, y tuvo que empinarse. Ahora sí, justo en el límite pero llegaba. El golpe cada vez era más fuerte. Con cierta angustia llegado ese momento quiso mirar, saber qué ocurría. Así que haciendo equilibrios para no caerse acercó cuidadosamente su ojo a la imprevista rendija.

martes, 7 de diciembre de 2021

24. Calendario

    

                                                     


Esa fecha en el calendario la enfermaba. Cuando se aproximaba se iba convirtiendo en una obsesión. La hubiera borrado del mapa sin dudarlo, la hubiese extinguido, pulverizado. Pero no, ahí estaba, ya quedaba menos.

Era la época en la que se suponía que todo el mundo debía de estar alegre. Sin embargo a ella le producía un vacío insalvable, y no era que le hubiera ocurrido algo malo o traumático en aquel período que tuviera que olvidar o superar. No, simplemente se sentía como el Grinch del cuento. Cuando veía a un niño contento y alegre saltando intentaba echarle la zancadilla, o incluso cuando sus papás se despistaban y estaba cerca, se acercaba al oído y les susurraba que los reyes eran los padres. Se marchaba corriendo mientras escuchaba de fondo un llanto o una voz increpándola, o incluso un niño delatándola a sus mayores. Pero para entonces ya se había perdido entre la muchedumbre. Le empezó a divertir tanto la tarea que se propuso intentar fastidiar lo máximo posible, durante ese periodo, a todo el que estuviera cerca.

Y lo iba consiguiendo. El broche de oro a sus fechorías lo culminó cuando por error un mensajero llamó a su puerta y le dejó un regalo que en realidad era de su vecina. El número figuraba erróneo en el paquete y se hizo la despistada al recogerlo. Firmó como la titular porque se sabía el nombre, y lo pasó dentro de su casa. La mujer a la que pertenecía era una señora mayor. Debía de ser de sus hijos o sus nietos. Lo sabía porque cada vez que se la encontraba por el pasillo le fastidiaba contándole que ese año la Nochebuena la volvería a pasar sola, que su familia no podía venir, pero que menos mal que le enviarían algún detalle que le haría sentirse acompañada.

Lo abrió y efectivamente, ahí había un dvd con el título “Para la abuela”, y también unos bombones, que se comió, y unos Christmas de felicitaciones, que tiró. Y ya tenía plan para Nochebuena, se abriría una botella de sidra y se reiría viendo el vídeo que le habían enviado a la vieja.

Estaba feliz, ahora le tocaba a ella, ja!. Divertirse, y lo iba a hacer. No aguantaba tanta cursilería y buenismo.

La fecha señalada llegó y no le faltó detalle. Varias latas de cerveza y sidra marca blanca del supermercado. Había encargado una pizza, ahí se extralimitó, pero al fin y al cabo era Nochebuena, no?

El timbre sonó. Qué poco han tardado esta vez, se dijo. 

Pero en lugar del pizzero era Concha, su vecina.

-             - Perdona que te moleste a estas horas y este día. No sé si estarás sola, pero resulta que he comprado unos gambones y he hecho carne al horno y me pregunto si te gustaría pasarte a tomar algo. Ya sé que pasar este día con una mujer mayor no es lo ideal, pero si estamos solas las dos, ¿por qué no compartir? - le dijo.

-              -  No sé que decirle Concha.

-           - Me imagino que no te lo habrías planteado, pero me gustaría invitarte. Además no sé qué ha pasado que el regalo que me envían todos los años mis hijos no ha llegado, y estoy afligida.

-              - Lo siento de verdad, pero ya he encargado una pizza y estará al llegar.

-             - De acuerdo. ¡Feliz Navidad Susana, pasa una feliz noche en cualquier caso hija!.

Cuando su vecina se marchó cerró la puerta tras de sí. Se le cayó el alma al suelo cuando pensó que la felicitación que le había enviado su familia estaba puesta en su dvd para “gozarla” ella aquella noche. Lo detestaba, toda aquella zalamería no le gustaba nada, sin embargo no podía hacerle esa faena a esa mujer. No iba a rehacer el paquete, pero podía podía ponerle remedio de otro modo.

Así que se pintó un poco los labios, cogió un gorrito de Papá Noel que le habían dado en el trabajo, y con la sidra del supermercado en las manos llamó la puerta de su vecina para celebrar eso que tanto odiaba y se llamaba Navidad.


martes, 23 de noviembre de 2021

23. Libertad y felicidad

 

                    


Cuando aprobó la oposición nunca imaginó eso. Que su vida consistiría en hacer turnos infinitos y unas rutinas tan duras. Que sí es cierto que cuando empalmabas varios días libres podía ser una maravilla, pero el tiempo efectivo de trabajo muchas veces se convertía en un infierno. Sus funciones consistían en mantener el orden y la seguridad, controlar situaciones tensas, registrar celdas... Todo lo hacía con mucha entrega y profesionalidad. Era puntual, el uniforme siempre impecable y tenía un trato amable y parco a la vez con los reclusos, que era un poco lo que el trabajo le exigía.

Hasta que se cruzó con Sebas. Cuando lo conoció estaba terminando el segundo grado y a punto de empezar a disfrutar de ciertos permisos penitenciarios. Tenía el pelo largo y rizado, y un moreno que hacía su cuerpo esculpido aún más deseable. La ronda de su celda siempre intentaba hacerla rápido, no quería pararse demasiado allí. Sebas era latino, no sabía de dónde, hasta que se enteró de que era hondureño. Era simpático y hablador. Raúl procuraba no intimar demasiado, pero su carácter cortés y su, inevitable, curiosidad hizo que acabasen congeniando. 

En un principio eran unos minutos más los que pasaba en su celda, con alguna excusa de una ronda más a fondo, o ya simplemente porque empezaron a contarse sus andaduras. Ahí descubrió que Sebas había ingresado por un robo a mano armada. Cuando llegó a España era un crío y no frecuentaba buenas compañías, así que acabó atracando y tomando como rehén a la dueña de una joyería. La condena fue de tres años. 

A Raúl le encantaban sus manos, mientras le explicaba las movía mucho. Hasta los paseos en el patio los empezaron a dar juntos. A veces eso ocurría. Los funcionarios de prisiones y algunos internos hacían buenas migas. Pero esto se estaba yendo de las manos. Lo intentaban disimular, incluso Raúl solicitó un cambio de módulo. Sin embargo, entre que se lo daban y no, ocurrió. 

Estaba terminando su turno y vio como Sebas entraba en el baño. Sabía que estaba despejado, lo había revisado hacía apenas unos momentos. Y se dirigió allí. Cuando Sebas salió del retrete y lo vio enfrente mirándolo no se lo pensó. Se acercó a él y agarrándolo por el cuello lo empezó a besar. Fue un beso apasionado. Volvieron a uno de los retretes y cerraron la puerta. No tardaron mucho. Sabía que se jugaban una sanción ambos. Cuando terminaron salieron por separado.

Raúl finalizó el turno y se marchó a su casa. Tenía un fuego y una euforia dentro que no paraba quieto. En el coche la música sonaba a todo volumen, sus piernas se le iban y su pensamiento, recordando los momentos entre rápidos y acelerados a la vez que tiernos y torpes, le hacían ponerse otra vez a cien. Se le iba a salir el corazón del pecho, era la primera vez que tenía una relación homosexual. 

Al día siguiente, al llegar al trabajo le dijeron que se presentase directamente en dirección. Esta vez volvía a golpearle el corazón con fuerza, pero no era de subidón. Lo que hizo la directora de la prisión fue confirmarle el cambio de módulo.

-          Por un lado sintió alivio, creyó que alguien los podía haber visto. Pero por otro la rabia y la impotencia lo invadía - No puede ser,  no puede ser, justo ahora...- se decía a sí mismo mientras apretaba los puños dentro de los bolsillos. 

Pasó un día angustioso. Quería volver a ver a Sebas. Lo deseaba tanto, dios, no era normal.

Las semanas pasaron a ser anodinas sin su presencia. Hasta que un día un recluso mal hablado y chaparrito se acercó a él.

-         -  Me dan esta nota del Módulo 1 para que te la pase. Creo que es de amor – y se marchó riendo. 

Raúl pensó que iba a morir de emoción en aquel instante. No obstante esperó a un momento tranquilo para abrirla. Y sí, era Sebas!!

“Este fin de semana voy a disfrutar de mi primer permiso, y de la libertad y felicidad de la que tanto hemos hablado.. y estaría encantado de volver a verte ¿te gustaría?- le preguntaba- Si es así te espero este sábado a las 7 en el bar de Ensanche, creo que sabes cuál es. No faltes. Sebas”.

Arrugó la nota sin darse cuenta. No daba crédito, estaba exultante. Pero seguía trabajando, tenía que contenerse. 

Era lunes. Lo primero que hizo cuando volvió a la taquilla fue empezar a tachar los días que quedaban en el calendario que colgaba de su puerta.

A Tony.

domingo, 14 de noviembre de 2021

22. Sola

 


 

Solaaaaaaaa!!! Como en la canción que cantaba Marta Sánchez de Olé Olé por fin se iba a quedar sola en casa. Sus padres se marchaban el fin de semana al pueblo y le iban a dar oportunidad de no acompañarlos.

No cabía en sí de la emoción. Telefoneó enseguida a Marta.

-          - ¡Esta noche fiestón! – le dijo- iba a hacer algo en casa pero prefiero salir!!.

-              - ¿Seguro? – le preguntó Marta.

-             - Sí, voy a aprovechar que no tengo toque de queda.

Así que en cuanto el coche de sus padres arrancó y lo vio alejarse comenzó a arreglarse. Se amenizó con un disco de Luz Casal que le encantaba a su madre.

     - ¡¡Rufino me invita a jugar al casinooo!!!- canturreaba mientras terminaba de acicalarse.

Con las medias de malla y el pelo lleno de laca salió de su casa. Había quedado con las chicas en el bar de Pablo, como siempre. Allí tomarían algo y luego a la disco.

 Pablo siempre las miraba con desdén, las veía como unas criajas, y Lucía en realidad estaba loca por sus huesos.

-           -  Que te vas a quedar atontada- le dijo Marta- no le quitas los ojos de encima.

-          -  Hoy voy a ir a por todas- le respondió Lucía- aprovechando que mis padres no están.

-           -  Solo se fija en las mayores, a nosotras nos ve como unas niñatas.

-           - Eso lo veremos- le contestó mientras dejaba el vaso con seguridad intentando creerse sus propias palabras.

Pero cuando llevaban unos minis a Lucía ya se le había olvidado Pablo. Llegaron a la discoteca con ganas de darlo todo en la pista, y lo hicieron. Allí sonó desde George Michael hasta Rick Astley, pasando por A-ha, Tears for fears y Cindy Lauper. El éxtasis vibraba en la pista, Marta, Charo, Laura y Lucía se abrazaban mientras no paraban de saltar.

-          - ¡¡Girls yas wan jav fannn!!- gritaban, no sabían ni cómo se pronunciaba ni lo que estaban diciendo, pero era como un himno para ellas.

-           - Por allí está Pablo y está mirando hacia aquí- le dijo de repente Marta a Lucía.

             -  Hoy creo que me da igual, ¿vamos a ver si nos podemos pedir el último cubata?

-           -  ¡Venga!- respondieron las cuatro al unísono.

Juntaron las monedas que les quedaban y camelándose al camarero que estaba en la barra consiguieron que les pusiera la copa.

Apuraron hasta el último sorbo, y en cada trago cada una proponía un brindis.

          - Porque te quedes más fines de semana sola Marta.

-          - ¡Porque perdamos la virginidad!- vociferó Charo.

-                - Por seguir viniendo a bailar a la Punisher.

-            -  ¡Salut!- gritaban al aire simulando tener todas un vaso.

La música paró en seco y se empezaron a encender todas las luces. ¡Eran las seis de la mañana!, no se lo podían creer. Se fueron tarareando y haciendo eses. Lucía y Marta que vivían cerca fueron las últimas en despedirse:

-           -  Mañana más guapa, que todavía queda fin de semana.

-           -  Vas a desear que llegue el lunes- dijo Lucía ondeando su mano mientras le decía adiós.

Cuando llegó a su casa todo le daba vueltas. Acabó abrazada a la taza y con una sonrisa de oreja a oreja. Al día siguiente la cabeza le retumbaba y un eco de resaca le recorría todo el cuerpo dejándole un poso de libertad y felicidad.

 

 

 

 

 

miércoles, 3 de noviembre de 2021

21. Vida


La llamaron Aymara que significaba “la que acoge en su casa” o también “inmortal, la que siempre vuelve a la vida”. Y eso parecía hacer desde pequeña, volver a la vida después de meterse en infinidad de líos y desastres. Tan solo contaba con seis años entonces, pero ya conocía, y era más que conocida, por todos los miembros de la tribu. 

Cuando su madre no la encontraba acudía primero a la choza de la hechicera. Le encantaba jugar con sus plantas o escuchar las historias que la bruja le contaba, se podía quedar embelesada horas con los cuentos de esa mujer. Si no iba a la choza de Anahí, una de sus mejores amigas. Por último recorría los alrededores temiendo que se hubiera alejado demasiado, y se hubiese acercado al barranco con el que limitaba el pueblo o que, tal vez, un animal que doblase su tamaño se hubiese cruzado en su camino.

Aquella noche, sin embargo, Aymara y su familia, su papá y su mamá, estaban tranquilos junto al fuego. Habían terminado de cenar y reposaban echados mientras su papá le contaba una leyenda guaraní para que conciliase el sueño. 

Nadie les oyó llegar, lo hicieron por la noche con alevosía, aprovechando la oscuridad y que todo el mundo en el poblado estaba descansando y era más indefenso ante el ataque. Primero quemaron las tiendas, a muchos les dio tiempo a salir, despertándose con el humo y las llamas. Se quedaban fuera horrorizados viendo todo arder.

A Aymara y a sus padres les sobresaltó quedándose dormidos. Enseguida Asrael, el papá, cogió a su mujer Balanca y a la pequeña e intentó esconderlas.

   - Quedaros aquí detrás de este árbol, yo intentaré ver que pasa y volver a por ustedes.

             - Pero papá..- gritó Aymara asustada mientras se agarraba a su mámá.

Balanca la abrazó fuerte mientras la protegía e intentaba impedirle ver lo que estaba ocurriendo  a su alrededor. Pero el refugio no pareció ser el adecuado. Un hombre vestido con un traje que brillaba las descubrió,  y cogiéndolas a las dos bruscamente, se las llevó arrastrándolas. Balanca soltó a su hija Aymara y le susurró:

      - Corre Aymara corre. Corre como lo sueles hacer, vete al bosque, más allá de la montaña, y busca refugio allí. 

Mientras Aymara soltaba la mano de su mamá, gimiendo e intentando no alertar al hombre que se la estaba llevando percibió la destrucción alrededor, el olor a sangre y a cenizas, entre los gritos y el llanto, y entendió que debía hacer lo que su mamá le acababa de decir.

Se dio la vuelta y echo a correr. Corría rápido e intentaba no fijarse en lo que iba encontrándose a su paso.

Corrió y corrió, tropezó un par de veces, pero se levantaba y seguía corriendo, hasta que llegó un momento en que dejó atrás todo el estruendo que se había originado. Fue cuando paró para recobrar el aliento. Al mirar atrás lo que pudo divisar desde fue humareda y silencio, y entonces lo comprendió. No volvería a aquel lugar, no vería más a la gente que había conocido hasta ahora, a partir de ese momento tendría que continuar caminando sola.

 

martes, 19 de octubre de 2021

20. Hogar


 

Llegó a ser una obsesión tener el hogar reluciente. Se levantaba por la mañana y lo cuidaba como si fuera su vástago. Tarareaba mientras lo hacía y, cuando observaba el resultado, siempre se sentía reconfortada. 

En el momento de ir a hacer la compra presumía delante de sus vecinas:

-          - Pues he descubierto un nuevo producto, deja todos los embellecedores como recién estrenados.

-           - ¿Y cómo lo haces Conchi?, ¿para tener tu casa como el primer día?

Antes de contestar se sonreía hacia dentro y se regocijaba contemplando las caras que la admiraban como si fuera una estrella de cine.

-        - Pues creo que el secreto es amor, cariño y empeño en lo que haces. Esfuerzo y saber que casa solo hay una, que es tu refugio y el de tu esposo, lo demás sale solo.

En algunas ocasiones había algún comentario maligno que intentaba emborronar sus hazañas, como que no tenía hijos, y que por eso podía dedicarse a tenerlo todo como los chorros del oro. Y aunque no podía evitar que a veces no le afectase, pronto volvía a su tarareo mental para alejar los malos chismes.

Y así continuaban sus pulcras rutinas con las que tanto disfrutaba, o al menos así lo veía.

-         - Manolo, ¿estás en casa?

Corría vaporosa a esperarlo cuando lo oía entrar, aunque no le gustaba que pasara eso, siempre procuraba, sobre las 7.30 que era su hora de llegada, estar frente a la puerta con su mejor sonrisa para recogerle la chaqueta y preguntarle cómo había ido el día.

       - Sí ya estoy aquí- le contestó él sin mucha gana.

Conchi recogió sus enseres y le dijo que la cena estaría lista a las ocho.

-          - Voy a asearme un momento- le respondió Manolo. 

Conchi terminó de preparar la mesa y, aunque había notado a Manolo cabizbajo y más evasivo que otras veces, no le dio importancia, habrá sido un mal día, elucubró, justificándole y sin querer plantearse preguntas tristes o incómodas que empañasen ese remanso de felicidad “constante” que se respiraba en su morada.

-          - ¿Todo bien cariño?

-          - No tengo demasiada hambre hoy Conchi.

-          - ¿Y eso?

-       - Tengo que hablar contigo y quiero que me escuches, no como haces otras veces.

-           - Pero, ¿y el pollo? Se va a enfriar.

-         - Es importante esta vez, no lo puedo posponer más.

-     - Al final te lo tengo que calentar en el microondas y sabes que no es igual.

-           - Me voy de casa Conchi.

-            - Te lo caliento.

-            - ¡Me voy de casa Conchi!

Conchi, deprisa y corriendo cogió el plato y se lo llevó para calentarlo mientras intentaba entonar su recurrente cancioncilla. 

Manolo había ido hasta la cocina, y se disponía a continuar hablando cuando, y sin más preámbulo, notó como las tijeras de trinchar el pollo se clavaban en su cuello. 

Y así, desangrándose sobre las baldosas, pudo contemplar que su mujer había sacado todos los utensilios de limpieza y que se disponía a recoger, mientras le increpaba por haber ensuciado, los últimos alientos de su higiénica vida.


martes, 12 de octubre de 2021

19. Umbral

 


Podía sentir la ingravidez. Dentro de aquel espacio y entre movimientos viscosos y esponjosos era como si flotara. De vez en cuando algo retumbaba en el interior y entonces se extrañaba, qué estará pasando? Y encogía sus manos o se plegaba aún más en la misma postura que replicaba ya desde hacía varias semanas.

Un día, en el que llevaba un tiempo indeterminado sin estar consciente, algo la cegó. El remanso de paz y de quietud se vio alterado por una ráfaga, un haz de luz que hasta entonces no había experimentado. Se agarró a la prominencia a la que estaba conectada, le daba seguridad, y esperó a que todo volviera a ser como antes, antes de que aquello desconocido la hubiese perturbado. 

Lo que ocurría a menudo, y sí le gustaba, era el eco. Un eco familiar que resonaba de vez en cuando. Se convertía en una vibración que la reconfortaba. Algunas veces era muy rápido, otras más sosegado, y en otras ocasiones era una agitación que acompasaba sus pequeños movimientos, podía percibir los acordes y los acompañaba dentro de aquel escondite.

También notaba el calor, que era como una opresión calculada y medida que la mecía y la balanceaba. Jugaba y reía cuando lo notaba y, en ciertos momentos, casi al final, ese calor le provocaba algo en la piel, una sensación que no quería que terminara.


Hasta que de repente sin previo aviso sintió como se desequilibraba, algo la sacudió. Su hábitat natural comenzó a desaparecer, se iba vaciando. Intentaba agarrarse al espacio conocido hasta entonces, pero éste se iba consumiendo, era dolor, miedo e incertidumbre, lo que también se derramaba por el súbito agujero.

Y se acordó de la vibración, y del agradable calor que muchas veces la mecía y, pensó en empujar, no sabía si era la mejor idea, pero creyó que debía hacerlo. Así que apretó, y percibió que no estaba sola, que había alguien más en esa tarea, tenían que remar al unísono, sabía que tenía que hacerlo. Enfocó sus energías en llegar al otro lado, y cubierta de sangre, sudor y líquido amniótico logró cruzar el umbral y salir de lo que hasta ese momento había sido su hogar.

domingo, 26 de septiembre de 2021

18. Puerta

 



Llegó el momento de enfrentarse con la gran prueba.

Recordaba vagamente el fragmento de una película que había visto cuando era pequeña en la que la protagonista tenía que salir airosa de un juego parecido. 

-          - ¿Cómo se llamaba la película?

Qué más da, no te lo preguntes ahora, no viene al caso. Allí estaba ella, frente a las dos puertas, con un cronómetro en la mano y las agujas girando en su contra.

Recuerda, le habían dicho al iniciar el desafío, cuando estés frente a ellas será el final del recorrido, y debes de resolver el enigma para poder escapar de la fortaleza.

Ahí se lo apostaba todo, no importaba lo que le había costado llegar, los tramos en lo que se había medido contra sus propias fuerzas, o lo que había perdido durante el camino. 

Si no resolvía el acertijo no lo conseguiría. 

Dos hombres con apariencia simpática las custodiaban. 

Lo que también recordó, al principio de las instrucciones de todo aquello, era que uno mentiría y otro diría siempre la verdad, pero, ¿Cuál de los dos sería?

El quid de la cuestión era un juego de palabras, una pregunta, y la respuesta tenía que ser SI o NO.

El tiempo se agotaba y cada vez veía más cerca que esas paredes de piedra que se extendían más allá de dónde perdía la vista como su futuro hogar durante muchos años, sin embargo no, no podía permitirlo.

Juan y Pepe, que así se llamaban los guardianes según le habían comentado ellos mismos, la miraban mientras ella se quebraba la cabeza intentando dar con la clave.

-         - A ver, siguió musitando, si tú siempre dices la verdad y tú siempre mientes, la forma de hacer la pregunta tendría que ser que qué responderías tú si estuvieras en lugar del otro, era algo así como se solucionaba, pero qué pregunta?

-         - Creo que te estás liando muchachita – dijo Pepe de repente.

-          No me distraigas por favor, intento pensar. O a lo mejor eres el que dice la mentira y por eso me has dicho esa frase.

-         - Yo soy el que dice la verdad, eso seguro.

Juan le miro y se sonrió dando a entender que Pepe estaba hablando un montón de sandeces, pero de ellos no se podía fiar, así no funcionaba.

Mientras tanto Bárbara seguía dándole vueltas, era algo cómo:

-          - Si fueses el otro y tuvieras que responder si esta es la puerta que me llevará a la libertad ¿qué dirías?- eso era, eso era!. Sí, pero si la respuesta era sí ¿era esa la puerta correcta? Oh no, rompecabezas otra vez. – Uno dice la verdad y el otro miente le resonaba, como un eco- Tengo que hacer unos cálculos- concluyó

Cogió un papel y boli, que sí le habían dejado llevar en el bolsillo, e hizo varias fórmulas con esa pregunta, contestando una de las veces lo que diría Pepe y otras lo que diría Juan.

Después de un rato creyó descifrarlo.

-          - Es sí, la puerta errónea es cuando la respuesta sea un SÍ!!.

Así que hizo la pregunta.

-          - Pepe, si fueses Juan me dirías que esta puerta es la que me ayudaría a escapar?

Pepe respondió mirando al suelo, como si hubiese fallado en su trabajo de custodia.

-          - Sí – contestó sin mucho énfasis.

-          - Entonces elijo la otra, es mi elección.

El cronómetro se paró, los dos guardianes se apartaron y la puerta elegida se abrió de par en par.

Había luz de la mañana fuera y un viento fresco llegaba desde el exterior. 

Con los brazos extendidos, la cabeza alta, y un cúmulo de emociones en el estómago se dispuso a traspasar el umbral.

 

 

 

 


sábado, 11 de septiembre de 2021

17. Elegir


Llegó el día. Siempre le había costado decidirse, y esa circunstancia no iba a ser una excepción. En realidad la primera criba no fue para tanto, pero después de haber reducido a dos los posibles, sí le estaba resultando un quebradero de cabeza.

Buscó sus nombres en internet, y cuando supo que Aiko significaba “hijo del amor” lo tuvo claro.

Llamó rápidamente a la agencia para comunicar su elección y que concertasen el correspondiente encuentro dónde conocería a su pretendiente. No cabía en sí de la emoción, Aiko, Aiko, se decía para sí.

Tener más de treinta en Japón y no haber hallado aún a la persona que va a ser tu pareja es una situación complicada y más si el resto de factores no acompañan, como que todas tus amigas ya estén “felizmente” casadas y tu familia, con una falsa pose de gente moderna, esté presionando por detrás. 

Así que terminó por recurrir al “Omiai moderno” como lo veía ella, o que te busquen novio a través de una empresa profesional. 

A pesar de ser una forma muy particular de buscar el amor, las mariposas revoloteaban en su estómago. Nunca había sido una persona muy fantasiosa, sin embargo llegado el momento no podía negarse a sí misma una especie de incertidumbre esperanzadora hacia lo que podía encontrarse. 

Sabía perfectamente la indumentaria que iba a llevar para conocerlo. El kimono que había heredado de su abuela y que con tanto esmero había cuidado el día que su madre lo puso a su disposición. 

Fue puntual a la cita. 18.30 en un café de Odaiba. 

Doblaba una servilleta con ansiedad mientras se hacía la despistada para no dar la sensación de estar pendiente de cualquier movimiento que pudiera haber dentro del establecimiento. Sonó la campanilla y giró su cabeza hacia allí. Era él, lo sabía, un hombre con una sonrisa dibujada en su rostro acababa de cruzar el umbral de la puerta.


domingo, 29 de agosto de 2021

16. Limbo (Parte II)




El limbo no era como ella lo había imaginado, era mucho peor. La sensación de ingravidez y de no pertenecer a ninguna parte la estaba reconcomiendo.

Hizo un repaso mental de su vida, más que nada para intentar llegar a una conclusión de por qué había ido a parar a ese lugar.

Había crecido en una familia de clase media y tuvo una infancia feliz. Después había hecho todo lo que se suponía que debía de hacer. Formado una familia, había tenido dos niños, y en su profesión tenía un puesto razonable de estos de los que parece que han cumplido expectativas.

Anteriormente, durante la adolescencia, sí que había desfasado, pero no mucho más de lo usual. Tonteó algo con las drogas, tuvo varios amantes hasta que dio con el adecuado, y nada más que fuese reseñable o fuera de lo habitual.

Y seguía en bucle. Así continuó dando vueltas, el camino no la invitaba a otra cosa. Pero, y si era exactamente eso, que había tenido una vida demasiado “normal”. La percepción de frustración siempre la había acompañado, sin embargo no le había sido difícil acostumbrarse a convivir con ella o acallarla, las tareas rutinarias eran un aliado en este caso. 

La educación normativa y religiosa era la que le había guiado. Tenía que ir quemando etapas según correspondía. Tampoco se planteó muchas más opciones, no obstante, y si no era esa la vida que querría haber llevado, probablemente no, pero nunca se lo preguntó.

No tuvo la gallardía de mirarse cara a cara y cuestionarse si le estaba gustando, o si preferiría dar un volantazo e ir en otra dirección. Siempre había alguna lavadora que poner, algún trabajo pendiente de la oficina que terminar, o algún allegado a quien atender. 

¿Por qué no paró, por qué no se lo preguntó? Tal vez hubiera escogido lo que estaba haciendo pero lo que la angustiaba en ese momento era no haberse hecho la pregunta. Aceleró hasta el infinito, en esa circunstancia, qué le podía pasar?

Y ocurrió. Se encontró de nuevo en el cruce por el que se había desviado antes de toda esa odisea. Y no lo tomó. Después de aquello no iba a seguir la ruta marcada sin antes consultar consigo misma si el rumbo tomado era lo que realmente ella quería elegir. 

viernes, 13 de agosto de 2021

15. Angustia (Parte I)

 

Tres, cuatro horas, había perdido la cuenta. Lo que le gustaba de los viajes largos era eso, el momento de paz e introspección al volante en el que se olvidaba de las manillas del reloj con su tic-tac y en el que el tiempo se medía por sus pensamientos. 

Rescató aquel cd que había dado tantas vueltas en su disquetera y los recuerdos se agolparon en su mente. Recordó aquel viaje prometido a Ibon.

Por aquel entonces vivía al sur de Inglaterra, fueron pocos meses, pero lo suficientemente intensos como para no olvidar casi nada de lo vivido. Marga y ella lo habían planeado, y aunque a última hora siempre entran las perezas después de una larga semana laboral echando horas como “dishwasher”, metieron cuatro trapos en una maleta y cogieron uno de los trenes rápidos a Londres. Ibon las esperaba con sus pelos largos y su amplia sonrisa para irse al primer pub que encontrasen y emborracharse a base de pintas. 

Y así hicieron. Fue una noche de rememoraciones de los ratos que habían estado trabajando juntos en otro pueblo al sur de Inglaterra. 

Cuando despertaron la mañana siguiente y la BSO de “Sobreviviré” con aroma a flamenquito y a diamantes sonaba en el piso de Ibon, todavía rezumaba en su cabeza la resaca de las hazañas que habían corrido juntos en esa tierra extranjera que por azar los había unido.

·         ¡Cheers!- pronunció Marta en alto suspirando sin ser consciente.

La señal de desvío para llegar a su destino apareció y la volvió a traer al momento presente. Tanta evocación casi la despista, pero ahora tenía que estar atenta porque era la primera vez que cogía ese camino.

En principio pintaba una carretera nacional común, hasta que llegó la primera rotonda. No era muy lógico que hubiera rotondas en ese tipo de rutas, pero tampoco se lo planteó demasiado. A pesar de que le resultaba agradable conducir ya se notaba bastante cansada después del tanto tiempo al volante.

La segunda rotonda la sorprendió, pero giró por dónde le indicaba el navegador y continuó.

Las siguientes dos o tres, con el ritmo de la música, las hizo de forma automática. Pero cuando llegó la quinta, según sus cálculos, comenzó a irritarse.

·         ¡No es lógico!- volvió a decir en alto.

Sin embargo las rotondas continuaron, pensó en dar la vuelta, qué era todo aquello, pero una inercia inevitable la invitaba a seguir. Pasadas un número incontable de rotondas, el nerviosismo se había apoderado de ella, qué pasa, nada me resulta familiar, se decía para sí misma, y las glorietas emergían a su paso.

Después de haber perdido la noción de casi todo y de que aquella travesía la hubiese engullido cayó en la cuenta de que le había pasado, de repente se hallaba en el limbo.

miércoles, 28 de julio de 2021

14. Stephen King


Como a Paul Sheldon le pasaba con Annie Wilkes en la novela “Misery” de Stephen King, le parecía verlo por todos lados.

Habían sido unos meses difíciles.

Al principio todo pareció muy normal. Chica encuentra piso compartido con chico en el centro de la ciudad. Buen precio, buenas vistas y él era encantador. Todo el mundo le había comentado lo complicado que resultaría en esas fechas alquilar algo que mereciese la pena, pero como por arte de magia salió esa ganga sin mucho esfuerzo.

Gabriel le explicó que había entrevistado a varias personas, pero que con a ella había sido un flechazo a primera vista.

Enseguida conectaron y se hicieron algo más que compañeros de piso. Iban a todos lados juntos, parecían una pareja sin serlo, uña y carne.

El problema surgió cuando a Gabriel le dio por controlar las salidas de Aurora. Le esperaba despierto hasta que volvía y le preguntaba acerca de con quién y dónde había estado. En un primer momento a Aurora no le disgustó, creyó que lo hacía por interés hacia ella, como una especie de instinto maternal. Pero cuando se volvió obsesivo dejó de agradarle.

Cuando comenzó a salir con Ricardo el tema fue a peor.

Mientras hacían el amor le parecía que Gabriel los expiaba a través la puerta de su habitación. Hizo el intento de cazarlo un par de veces pero no lo pilló. Lo que sí oía eran los portazos o la música fuera de tono cada vez que intentaba intimar con su nuevo amante.

Finalmente Ricardo se cansó y no volvió a aparecer por allí.

A Aurora le jodió, pero tampoco era el hombre de su vida así que borrón y cuenta nueva.

Mientras tanto Gabriel había cogido la costumbre de aparecer sin hacer ruido por cualquier rincón del piso, sigiloso, y la asustaba.

-    ¿Algún problema? – le espetaba Aurora.

-     No nada, ¿cómo estás?

-     Vete a la mierda – le contestaba irritada y escapaba lo más deprisa que podía de su presencia.

La situación era ya muy tensa. Aurora se propuso evitarle. Trataba no coincidir con él, llegar a horas en las que sabía que no iba a estar, o encerrase en su habitación para no verle.

Todo aquello, inevitablemente, le estaba pasando factura. En el trabajo tenía ansiedad y perdió gradualmente el apetito.

Aún así se había empeñado en que no se iría, le encantaba esa casa, la ubicación, estaba cerca de cualquier sitio de los que a ella le gustaba moverse.

Hasta que un día volvió del trabajo antes de lo esperado y encontró el fenómeno más extraño que le había ocurrido hasta entonces. La puerta de la casa estaba abierta y oyó voces en el interior. Era Gabriel hablando con alguien por teléfono. Le insistía en que ella era sólo una amiga, que no había nada más, y que volviera con él, que Aurora era una mujer sin importancia, y que la había acogido por lástima, porque estaba pasando una situación difícil.

Aurora dio un golpe para hacer notar su presencia. Gabriel se quedó blanco cuando ella entró en el salón.

-             -    He oído parte de la conversación. No sé qué tramas o a qué estás jugando, pero no se te ocurra volver a mencionar mi nombre en ninguna conversación.

Él sonrió, se dio media vuelta y se largó, dejándola con la palabra en la boca.

A partir de entonces lo tuvo claro. Tenía que marcharse de allí. No podía posponerlo más.

La búsqueda de piso seguía estando igual de difícil.  Pero se puso una fecha tope dejar el piso.

Los últimos días de convivencia con Gabriel continuaron siendo igual de asfixiantes y oscuros.

Cuando cerró por última vez la puerta de aquel lugar sintió un gran alivio, terminaba un episodio más que tenebroso de su vida.

Lo que no iba a ser tan fácil como dar un portazo era dejar de tener la sensación permanente de angustia.