martes, 23 de noviembre de 2021

23. Libertad y felicidad

 

                    


Cuando aprobó la oposición nunca imaginó eso. Que su vida consistiría en hacer turnos infinitos y unas rutinas tan duras. Que sí es cierto que cuando empalmabas varios días libres podía ser una maravilla, pero el tiempo efectivo de trabajo muchas veces se convertía en un infierno. Sus funciones consistían en mantener el orden y la seguridad, controlar situaciones tensas, registrar celdas... Todo lo hacía con mucha entrega y profesionalidad. Era puntual, el uniforme siempre impecable y tenía un trato amable y parco a la vez con los reclusos, que era un poco lo que el trabajo le exigía.

Hasta que se cruzó con Sebas. Cuando lo conoció estaba terminando el segundo grado y a punto de empezar a disfrutar de ciertos permisos penitenciarios. Tenía el pelo largo y rizado, y un moreno que hacía su cuerpo esculpido aún más deseable. La ronda de su celda siempre intentaba hacerla rápido, no quería pararse demasiado allí. Sebas era latino, no sabía de dónde, hasta que se enteró de que era hondureño. Era simpático y hablador. Raúl procuraba no intimar demasiado, pero su carácter cortés y su, inevitable, curiosidad hizo que acabasen congeniando. 

En un principio eran unos minutos más los que pasaba en su celda, con alguna excusa de una ronda más a fondo, o ya simplemente porque empezaron a contarse sus andaduras. Ahí descubrió que Sebas había ingresado por un robo a mano armada. Cuando llegó a España era un crío y no frecuentaba buenas compañías, así que acabó atracando y tomando como rehén a la dueña de una joyería. La condena fue de tres años. 

A Raúl le encantaban sus manos, mientras le explicaba las movía mucho. Hasta los paseos en el patio los empezaron a dar juntos. A veces eso ocurría. Los funcionarios de prisiones y algunos internos hacían buenas migas. Pero esto se estaba yendo de las manos. Lo intentaban disimular, incluso Raúl solicitó un cambio de módulo. Sin embargo, entre que se lo daban y no, ocurrió. 

Estaba terminando su turno y vio como Sebas entraba en el baño. Sabía que estaba despejado, lo había revisado hacía apenas unos momentos. Y se dirigió allí. Cuando Sebas salió del retrete y lo vio enfrente mirándolo no se lo pensó. Se acercó a él y agarrándolo por el cuello lo empezó a besar. Fue un beso apasionado. Volvieron a uno de los retretes y cerraron la puerta. No tardaron mucho. Sabía que se jugaban una sanción ambos. Cuando terminaron salieron por separado.

Raúl finalizó el turno y se marchó a su casa. Tenía un fuego y una euforia dentro que no paraba quieto. En el coche la música sonaba a todo volumen, sus piernas se le iban y su pensamiento, recordando los momentos entre rápidos y acelerados a la vez que tiernos y torpes, le hacían ponerse otra vez a cien. Se le iba a salir el corazón del pecho, era la primera vez que tenía una relación homosexual. 

Al día siguiente, al llegar al trabajo le dijeron que se presentase directamente en dirección. Esta vez volvía a golpearle el corazón con fuerza, pero no era de subidón. Lo que hizo la directora de la prisión fue confirmarle el cambio de módulo.

-          Por un lado sintió alivio, creyó que alguien los podía haber visto. Pero por otro la rabia y la impotencia lo invadía - No puede ser,  no puede ser, justo ahora...- se decía a sí mismo mientras apretaba los puños dentro de los bolsillos. 

Pasó un día angustioso. Quería volver a ver a Sebas. Lo deseaba tanto, dios, no era normal.

Las semanas pasaron a ser anodinas sin su presencia. Hasta que un día un recluso mal hablado y chaparrito se acercó a él.

-         -  Me dan esta nota del Módulo 1 para que te la pase. Creo que es de amor – y se marchó riendo. 

Raúl pensó que iba a morir de emoción en aquel instante. No obstante esperó a un momento tranquilo para abrirla. Y sí, era Sebas!!

“Este fin de semana voy a disfrutar de mi primer permiso, y de la libertad y felicidad de la que tanto hemos hablado.. y estaría encantado de volver a verte ¿te gustaría?- le preguntaba- Si es así te espero este sábado a las 7 en el bar de Ensanche, creo que sabes cuál es. No faltes. Sebas”.

Arrugó la nota sin darse cuenta. No daba crédito, estaba exultante. Pero seguía trabajando, tenía que contenerse. 

Era lunes. Lo primero que hizo cuando volvió a la taquilla fue empezar a tachar los días que quedaban en el calendario que colgaba de su puerta.

A Tony.

domingo, 14 de noviembre de 2021

22. Sola

 


 

Solaaaaaaaa!!! Como en la canción que cantaba Marta Sánchez de Olé Olé por fin se iba a quedar sola en casa. Sus padres se marchaban el fin de semana al pueblo y le iban a dar oportunidad de no acompañarlos.

No cabía en sí de la emoción. Telefoneó enseguida a Marta.

-          - ¡Esta noche fiestón! – le dijo- iba a hacer algo en casa pero prefiero salir!!.

-              - ¿Seguro? – le preguntó Marta.

-             - Sí, voy a aprovechar que no tengo toque de queda.

Así que en cuanto el coche de sus padres arrancó y lo vio alejarse comenzó a arreglarse. Se amenizó con un disco de Luz Casal que le encantaba a su madre.

     - ¡¡Rufino me invita a jugar al casinooo!!!- canturreaba mientras terminaba de acicalarse.

Con las medias de malla y el pelo lleno de laca salió de su casa. Había quedado con las chicas en el bar de Pablo, como siempre. Allí tomarían algo y luego a la disco.

 Pablo siempre las miraba con desdén, las veía como unas criajas, y Lucía en realidad estaba loca por sus huesos.

-           -  Que te vas a quedar atontada- le dijo Marta- no le quitas los ojos de encima.

-          -  Hoy voy a ir a por todas- le respondió Lucía- aprovechando que mis padres no están.

-           -  Solo se fija en las mayores, a nosotras nos ve como unas niñatas.

-           - Eso lo veremos- le contestó mientras dejaba el vaso con seguridad intentando creerse sus propias palabras.

Pero cuando llevaban unos minis a Lucía ya se le había olvidado Pablo. Llegaron a la discoteca con ganas de darlo todo en la pista, y lo hicieron. Allí sonó desde George Michael hasta Rick Astley, pasando por A-ha, Tears for fears y Cindy Lauper. El éxtasis vibraba en la pista, Marta, Charo, Laura y Lucía se abrazaban mientras no paraban de saltar.

-          - ¡¡Girls yas wan jav fannn!!- gritaban, no sabían ni cómo se pronunciaba ni lo que estaban diciendo, pero era como un himno para ellas.

-           - Por allí está Pablo y está mirando hacia aquí- le dijo de repente Marta a Lucía.

             -  Hoy creo que me da igual, ¿vamos a ver si nos podemos pedir el último cubata?

-           -  ¡Venga!- respondieron las cuatro al unísono.

Juntaron las monedas que les quedaban y camelándose al camarero que estaba en la barra consiguieron que les pusiera la copa.

Apuraron hasta el último sorbo, y en cada trago cada una proponía un brindis.

          - Porque te quedes más fines de semana sola Marta.

-          - ¡Porque perdamos la virginidad!- vociferó Charo.

-                - Por seguir viniendo a bailar a la Punisher.

-            -  ¡Salut!- gritaban al aire simulando tener todas un vaso.

La música paró en seco y se empezaron a encender todas las luces. ¡Eran las seis de la mañana!, no se lo podían creer. Se fueron tarareando y haciendo eses. Lucía y Marta que vivían cerca fueron las últimas en despedirse:

-           -  Mañana más guapa, que todavía queda fin de semana.

-           -  Vas a desear que llegue el lunes- dijo Lucía ondeando su mano mientras le decía adiós.

Cuando llegó a su casa todo le daba vueltas. Acabó abrazada a la taza y con una sonrisa de oreja a oreja. Al día siguiente la cabeza le retumbaba y un eco de resaca le recorría todo el cuerpo dejándole un poso de libertad y felicidad.

 

 

 

 

 

miércoles, 3 de noviembre de 2021

21. Vida


La llamaron Aymara que significaba “la que acoge en su casa” o también “inmortal, la que siempre vuelve a la vida”. Y eso parecía hacer desde pequeña, volver a la vida después de meterse en infinidad de líos y desastres. Tan solo contaba con seis años entonces, pero ya conocía, y era más que conocida, por todos los miembros de la tribu. 

Cuando su madre no la encontraba acudía primero a la choza de la hechicera. Le encantaba jugar con sus plantas o escuchar las historias que la bruja le contaba, se podía quedar embelesada horas con los cuentos de esa mujer. Si no iba a la choza de Anahí, una de sus mejores amigas. Por último recorría los alrededores temiendo que se hubiera alejado demasiado, y se hubiese acercado al barranco con el que limitaba el pueblo o que, tal vez, un animal que doblase su tamaño se hubiese cruzado en su camino.

Aquella noche, sin embargo, Aymara y su familia, su papá y su mamá, estaban tranquilos junto al fuego. Habían terminado de cenar y reposaban echados mientras su papá le contaba una leyenda guaraní para que conciliase el sueño. 

Nadie les oyó llegar, lo hicieron por la noche con alevosía, aprovechando la oscuridad y que todo el mundo en el poblado estaba descansando y era más indefenso ante el ataque. Primero quemaron las tiendas, a muchos les dio tiempo a salir, despertándose con el humo y las llamas. Se quedaban fuera horrorizados viendo todo arder.

A Aymara y a sus padres les sobresaltó quedándose dormidos. Enseguida Asrael, el papá, cogió a su mujer Balanca y a la pequeña e intentó esconderlas.

   - Quedaros aquí detrás de este árbol, yo intentaré ver que pasa y volver a por ustedes.

             - Pero papá..- gritó Aymara asustada mientras se agarraba a su mámá.

Balanca la abrazó fuerte mientras la protegía e intentaba impedirle ver lo que estaba ocurriendo  a su alrededor. Pero el refugio no pareció ser el adecuado. Un hombre vestido con un traje que brillaba las descubrió,  y cogiéndolas a las dos bruscamente, se las llevó arrastrándolas. Balanca soltó a su hija Aymara y le susurró:

      - Corre Aymara corre. Corre como lo sueles hacer, vete al bosque, más allá de la montaña, y busca refugio allí. 

Mientras Aymara soltaba la mano de su mamá, gimiendo e intentando no alertar al hombre que se la estaba llevando percibió la destrucción alrededor, el olor a sangre y a cenizas, entre los gritos y el llanto, y entendió que debía hacer lo que su mamá le acababa de decir.

Se dio la vuelta y echo a correr. Corría rápido e intentaba no fijarse en lo que iba encontrándose a su paso.

Corrió y corrió, tropezó un par de veces, pero se levantaba y seguía corriendo, hasta que llegó un momento en que dejó atrás todo el estruendo que se había originado. Fue cuando paró para recobrar el aliento. Al mirar atrás lo que pudo divisar desde fue humareda y silencio, y entonces lo comprendió. No volvería a aquel lugar, no vería más a la gente que había conocido hasta ahora, a partir de ese momento tendría que continuar caminando sola.