martes, 7 de diciembre de 2021

24. Calendario

    

                                                     


Esa fecha en el calendario la enfermaba. Cuando se aproximaba se iba convirtiendo en una obsesión. La hubiera borrado del mapa sin dudarlo, la hubiese extinguido, pulverizado. Pero no, ahí estaba, ya quedaba menos.

Era la época en la que se suponía que todo el mundo debía de estar alegre. Sin embargo a ella le producía un vacío insalvable, y no era que le hubiera ocurrido algo malo o traumático en aquel período que tuviera que olvidar o superar. No, simplemente se sentía como el Grinch del cuento. Cuando veía a un niño contento y alegre saltando intentaba echarle la zancadilla, o incluso cuando sus papás se despistaban y estaba cerca, se acercaba al oído y les susurraba que los reyes eran los padres. Se marchaba corriendo mientras escuchaba de fondo un llanto o una voz increpándola, o incluso un niño delatándola a sus mayores. Pero para entonces ya se había perdido entre la muchedumbre. Le empezó a divertir tanto la tarea que se propuso intentar fastidiar lo máximo posible, durante ese periodo, a todo el que estuviera cerca.

Y lo iba consiguiendo. El broche de oro a sus fechorías lo culminó cuando por error un mensajero llamó a su puerta y le dejó un regalo que en realidad era de su vecina. El número figuraba erróneo en el paquete y se hizo la despistada al recogerlo. Firmó como la titular porque se sabía el nombre, y lo pasó dentro de su casa. La mujer a la que pertenecía era una señora mayor. Debía de ser de sus hijos o sus nietos. Lo sabía porque cada vez que se la encontraba por el pasillo le fastidiaba contándole que ese año la Nochebuena la volvería a pasar sola, que su familia no podía venir, pero que menos mal que le enviarían algún detalle que le haría sentirse acompañada.

Lo abrió y efectivamente, ahí había un dvd con el título “Para la abuela”, y también unos bombones, que se comió, y unos Christmas de felicitaciones, que tiró. Y ya tenía plan para Nochebuena, se abriría una botella de sidra y se reiría viendo el vídeo que le habían enviado a la vieja.

Estaba feliz, ahora le tocaba a ella, ja!. Divertirse, y lo iba a hacer. No aguantaba tanta cursilería y buenismo.

La fecha señalada llegó y no le faltó detalle. Varias latas de cerveza y sidra marca blanca del supermercado. Había encargado una pizza, ahí se extralimitó, pero al fin y al cabo era Nochebuena, no?

El timbre sonó. Qué poco han tardado esta vez, se dijo. 

Pero en lugar del pizzero era Concha, su vecina.

-             - Perdona que te moleste a estas horas y este día. No sé si estarás sola, pero resulta que he comprado unos gambones y he hecho carne al horno y me pregunto si te gustaría pasarte a tomar algo. Ya sé que pasar este día con una mujer mayor no es lo ideal, pero si estamos solas las dos, ¿por qué no compartir? - le dijo.

-              -  No sé que decirle Concha.

-           - Me imagino que no te lo habrías planteado, pero me gustaría invitarte. Además no sé qué ha pasado que el regalo que me envían todos los años mis hijos no ha llegado, y estoy afligida.

-              - Lo siento de verdad, pero ya he encargado una pizza y estará al llegar.

-             - De acuerdo. ¡Feliz Navidad Susana, pasa una feliz noche en cualquier caso hija!.

Cuando su vecina se marchó cerró la puerta tras de sí. Se le cayó el alma al suelo cuando pensó que la felicitación que le había enviado su familia estaba puesta en su dvd para “gozarla” ella aquella noche. Lo detestaba, toda aquella zalamería no le gustaba nada, sin embargo no podía hacerle esa faena a esa mujer. No iba a rehacer el paquete, pero podía podía ponerle remedio de otro modo.

Así que se pintó un poco los labios, cogió un gorrito de Papá Noel que le habían dado en el trabajo, y con la sidra del supermercado en las manos llamó la puerta de su vecina para celebrar eso que tanto odiaba y se llamaba Navidad.


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