jueves, 30 de diciembre de 2021

26. Rendija

 


Bajo la rendija de la puerta escuchó un ruido. Alguien intentaba introducir algo en la misma, le costaba. No pensaba abrirla. Sabía que era el cartero pero hacía mucho que no le abría. Que dejase las facturas de la luz o lo que fuese allí. Y sí, efectivamente, era un sobre.

Ya lo cogería. Se acababa de levantar y había puesto el café. 

Pedro era un hombre de costumbres. Y hasta después del desayuno no se ponía en marcha. Sin embargo aunque puso la radio y se untaba sus tostadas no podía dejar de mirar la carta que estaba justo en la alfombrilla de la entrada. Así que finalmente se incorporó y la recogió. Como había sospechado no pertenecía a ninguna eléctrica ni nada parecido. En el destinario aparecía su nombre y dirección, y el remitente estaba vacío. Esa fue la curiosidad que le terminó de ganar. No podía resistirse, así que lo abrió.

Estaba escrito a mano, cosa que aún le llamó más la atención, ¿quién escribía a mano en aquellos tiempos? Corrió a ponerse sus gafas, la vista cansada le impedía ver bien y con ellas puestas comenzó a leer..

“Querido Padre: (encabezaba)

Sé que no esperarías esta carta en miles de años, ni yo había pensado enviártela. También sé que si hubiera puesto remite probablemente no la hubieras abierto. Así que ahora que espero que al menos hayas empezado a leerla la termines. 

Soy Raquel, como habrás podido intuir. Sigo viviendo en el extranjero, en ese lugar que nunca te molestaste en averiguar. Mi única hija se marchó de casa hace ya algunos años así que vivo sola con mi gato. 

No salgo demasiado ni tengo muchas amistades. 

Aún así no he llevado una mala vida, si es lo que te estás preguntando. Vivo con la dignidad que me permite mi sueldo, que es suficiente. No obstante siempre me ha faltado algo.

Y esta carta no es para pedirte perdón porque no creo que haya nada que perdonar, ni a hacer una declaración de arrepentimiento, nada más lejos de mi intención. Te escribo para comunicarte que por fin me he decidido. 

Me he decidido a contártelo y a hacerlo. Porque creo que éste fue el motivo que realmente nos separó. En primer lugar tú obligarme a hacer algo que no quería hacer y que era llevar la vida y dedicarme a algo que tú habías pensado para mí. Elegir mi camino, marcar mis pasos. Y yo, al no saber cómo enfrentarlo, en lugar de imponer mi criterio me perdí, di muchas vueltas y ahora me encuentro aquí. Con los mismos pensamientos, con más años sí, pero con el profundo convencimiento que de que es lo que quiero hacer y lo voy intentar.

Y es que aunque tú no le veas ningún provecho y siempre te haya parecido una locura, es a lo que siempre me lleva mi camino una y otra vez. Juntar letras, ideas. 

Después de decirte todo esto y explicarte que a pesar de todo, de estar lejos y de haber perdido el contacto y el interés, en la distancia yo te sigo pensando y que vas a ser la primera persona a la que se lo confiese.

Y es que a partir de ahora, en este mismo instante voy a intentar hacer lo que siempre me ha gustado y he esquivado. A partir de ahora me dedicaré mi tiempo, mi esfuerzo y mis ganas a escribir.”

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