martes, 20 de abril de 2021

8. Discurso

 



Se quedó en blanco. Lo había repetido hasta cien veces pero su mente se bloqueó. Tenía miedo. Sus piernas empezaron a temblar y notaba cómo su garganta se secaba. Iba a dejarlo ahí, era demasiado grande la tarea en la que se había embarcado. Pero entonces se fijó. Había ante ella un montón de ojos expectantes, rostros con aspecto cansado pero con intención de prestar toda la atención posible a lo tuviese que decir.

-          Ánimo- se oía desde lejos.

-          Adelante valiente.

Así que, a pesar de todas las inseguridades, volvió a comprobar que su apoyo en la farola como púlpito improvisado era seguro y comenzó sin seguir el guión.

-          Camaradas, he venido hoy aquí por varios motivos- después de un silencio sonaron unos tímidos aplausos- uno de ellos es personal y egoísta: por mi propio beneficio, y  después – carraspeó- son muchos más los que me empujan a ello, y es que creo que ser un ciudadano de segunda sólo por el hecho de no ser varón es injusto. He visto cómo pasaban las oportunidades por delante de mí, se esfumaban. Y a mi alcance sólo tenía como meta conseguir un marido al que darle hijos y que trajera comida a casa. Asentir, ceder y contentar. Pero creo que ese tiempo está quedando atrás. Hoy vengo a decir que también tengo derecho a opinar. Contribuyo a sacar adelante a este país igual que cualquier otra persona. Cumplo con mis impuestos, colaboro, respeto las normas cívicas y trabajo, y todo eso me da derecho a que mi opinión sea tenida en cuenta cómo la de cualquier otro. Callar no es la solución. Que decidan otros tampoco lo es. Hoy no compañeras, el momento de la lucha ha comenzado. Y no terminará hasta que consigamos que se reconozca el sufragio igualitario, que el voto femenino sea una realidad, y que las hijas y las hijas de nuestras hijas marquen una diferencia y contribuyan a elegir el rumbo de las decisiones futuras, a elegir el rumbo de la HISTORIA...

Con el puño en alto y palmas resonando por toda la plaza terminó. Aún notaba el cuerpo vibrante y las lágrimas que le empañaban los ojos no le dejaban tener una visión clara de la multitud. Sin embargo, lo que era indudable era que por primera vez había podido escuchar de forma categórica e inequívoca el timbre rotundo de su propia voz.

No hay comentarios: