lunes, 8 de febrero de 2021

3. El vestido de novia





   Las campanas repicaban con alegría. Era el ansiado día. No suyo, si no de María, su clienta. Llevaba varios años en el oficio y había visto desfilar por allí a infinidad de novias. Pero ninguna como ella. Destilaba frescura, espontaneidad. Coqueteaba sin pretenderlo con todo el que se cruzaba en su camino. A Clara enseguida le gustó.

Se puso rápidamente con su encargo y el resultado, como casi siempre, fue estupendo.

-     - Muchas gracias Clara – le dijo María mientras tocaba su mano en signo de agradecimiento, y Clara notó cómo la piel alrededor de su ombligo se erizaba, y sin darse cuenta su sonrisa se estaba alargando más de lo esperado.

-      - Es mi trabajo, no tienes porque darlas – intentó cortar su más que evidente embelesamiento.

       - Me gustaría que asistieras al enlace, por favor! Ya sé que no te gusta hacerlo, pero me encantaría. Además cómo ese día tienes que venir a darme los últimos retoques ¿nos acompañarías?

     - No prometo nada, pero cuenta conmigo para ayudarte a que el vestido quede perfecto – dijo cabizbaja pretendiendo ocultar su desilusión.

     Y allí estaba en el señalado día. No pudo rechazar la invitación ni reprimir los deseos de verla.

Así que después de terminar su trabajo y ver el cortejo nupcial salir de casa de la novia se dirigió a la iglesia. Entró como una furtiva, no quería que nadie la viese y se colocó en un sitio estratégico para observar sin ser observada.

No hubo nada que recriminar a la ceremonia, estaba siendo preciosa, hasta que llegó el momento clave.

Clara aún guardaba alguna esperanza de que finalmente todo se truncase.

El cura hizo la pregunta:

-         - Y tú Clara ¿Quieres a Carlos como legítimo esposo?

María de forma inesperada giró la cabeza y miró fijamente a Clara. ¿Fue una casualidad o sabía perfectamente dónde estaba ubicada?

Le iba a saltar el corazón, apretó los puños esperando el milagro. Pero María giró de nuevo su cabeza y respondió:

-          - Sí, quiero.

Mientras Clara empezó a notar cómo su cuerpo se convertía en un manantial de agua desintegrándose poco a poco, siendo el único nexo que la ató a la realidad quedarse absorta en el agujero negro y oscuro que asomaba en la pared.